Una historia tan tierna como las ilustraciones que la visten
Los elefantes no sólo son conocidos por tener orejas enormes o una trompa larguísima. Por sus patas robustas y fuertes, por sus colmillos blancos o por su simpática lavandera … Los elefantes, también son reconocidos por su memoria; seguramente por ello, son símbolo de sabiduría y la razón de que uno de ellos sea el protagonista del cuento que os presento hoy.
Os haréis cruces cuando os diga que el elefante de esta historia ha perdido su memoria. No recuerda quién es, dónde está, de donde viene o porque ha llegado a aquel lugar. No recuerda nada de su vida … Sentirse vacío de existencia y lleno de soledad es tan doloroso que empieza a llorar. ¡Hace tanto daño sentir un vacío tan profundo!
Sus lágrimas, silenciosas y llenas de tristeza, se deslizan suavemente por la cabeza de un niño que, sin darse cuenta, pasea muy cerca de él, Arturo.
Arturo rápidamente se preocupa por el elefante, quien le explica que tiene un “problema muuuuy gordo”. Arturo, al escuchar al elefante, decide ayudarle a recuperar la memoria pues si él, un buen día, perdiera la suya “se sentiría terriblemente triste, espantosamente perdido y solo, muy solo!”.
Arturo le confiesa que tiene un remedio infalible que le ayudará a recordar: no darle más vueltas … Dejar de pensar en lo que le preocupa!
Así es como empiezan a dibujar juntos un día maravilloso, lleno de momentos divertidos que conseguirán que, este elefante, recuerde que es el abuelo de una gran familia de elefantes que la quiere con delirio!
Una historia tan tierna como las ilustraciones que la visten.